Una vez preparado el Viviravela, y antes de soltar amarras, solo nos falta gestionar las despedidas. ¿Qué nos dejamos? ¿Cuánto nos cuesta partir?
Durante estos últimos días nos hemos dado cuenta de que la vorágine de preparativos, nos han dejado poco tiempo para la gestión de las emociones. Durante los meses pasados, la lista de cosas que teníamos para hacer, más que reducirse, parecía que no dejara de crecer. Y no había tiempo para nada más. Pero a tres semanas de nuestra partida, esa lista ha dejado, por fin, espacio para algo más profundo.
Las despedidas.
Una de las cosas que hemos aprendido desde que empezamos a vivir a vela, es que nuestras decisiones afectan a las personas que nos rodean. Toda la emoción que a nosotros nos provoca la idea de nuestra vida nómada, ellas la vivien como una pérdida. En cierta manera, esta despedida provoca que todos vayamos a soltar amarras.
Y es que cuando quieres algo con tanta fuerza, no te entretienes en mirar lo que vas a sacrificar. Y es mucho lo que dejamos.
Ahora que ya tenemos «casi» todo a punto, hemos empezado con las despedidas. Lo más difícil no es decir adiós a las personas, porque sabemos que nadie abandona a nadie, que hay muchas formas de seguir en contacto. Y, además, unos y otros vamos a estar continuamente moviéndonos para poder pasar tiempo juntos.
De lo que nos despedimos es de una forma de vida.
Una de las cosas que más nos hace sentir que estamos preparados para partir, es que no estamos huyendo de nada. Nos gusta la vida que hemos llevado hasta ahora. Disfrutamos cada día. Los que nos conocen saben que vivimos con plenitud. Y por esa misma razón damos este salto al vacío.
Y hay vuelta atrás. Nada es definitivo. Nuestra vida actual estará siempre esperándonos. Siempre podremos volver. Pero si queremos seguir amando lo que tenemos, debemos respetar nuestro sueño. Debemos sentirnos libres para VIVIR.
Hay certezas que tienen tanta intensidad que solo te pueden llevar en una dirección: a soltar amarras.