Cala Benirràs, Ibiza. El sonido de la puesta de sol.
El sol todavía se resiste a descender cuando se escuchan los primeros sonidos. Son tambores. Es como una llamada. Antiguos y nuevos hippies se integran en el paisaje para crear algo muy bello. Está llegando el momento de tomar asiento para escuchar El sonido de la puesta de sol.
Cala Benirràs es un espacio educado. Y lo que quiero decir es que se siente la educación, el respeto. En este espacio caben todas las personas. Da igual cómo vistas o si no cubres tu cuerpo con ninguna tela. No importa de dónde vengas, lo importante es que de inmediato te das cuenta que aquí vas a estar bien. Es como vivir por unas horas o unos días en un vecindario bien avenido donde cada persona trata de que la vida de los demás sea más amable, sin molestar y sin entrometerse: Vive y deja vivir.
Cala Benirràs es uno de los pocos espacios ibicencos que todavía se rodean de naturaleza. Sin embargo las razones por las que esta playa acoge a diversidad de gente pueden ser bastante distintas. Hay quien se acerca porque busca una Ibiza diferente. Algunos lo hacen por el reclamo de sus restaurantes. Otras personas porque aquí se sienten en casa. Pero sin duda, el acontecimiento que más visitantes atrae es la magnífica puesta de sol.
Los embarcaderos que rodean la playa están acompañados de familias que parecen integrarse en el paisaje natural de esta cala. Nadie molesta a nadie, cada cual va a lo suyo, todos diferentes pero todos iguales en crear una armonía que solo se entiende en Cala Benirràs.
Cada vez suenan más tambores y la playa se llena de gente que acude al espectáculo. No es fácil diferenciar si el motivo es la música o el bello paisaje. Hay quien se aproxima al grupo de músicos que va creciendo conforme se va acercando la hora de la despedida al sol. Es una experiencia que realmente vale la pena. Al ritmo que el sol desciende, la cadencia de la música aumenta.
Y se mete dentro del cuerpo. En el centro del pecho. Todos los sentidos se activan: la vista no puede apartar la mirada de la esfera anaranjada que está siendo vigilada por Es Cap Bernat el imponente peñón conocido como «El dedo de Dios». El oído deja filtrar cada golpe de tambor hasta hacer vibrar todo el cuerpo, el olfato intenta diferenciar el mar de la montaña mientras se entremezcla un olor como de hierbas. Y con el tacto trato de agarrarme a la tierra, para formar parte de ese instante, para que no se me escape ninguna sensación, para recordar el dulce gusto de la felicidad.
El sol ya toca el mar y el ritmo aumenta. Ahora todo es uno. La luz anaranjada crea una atmósfera si cabe, más mágica. Siento los tambores en el centro de mi pecho. El sol ya es solo media esfera y doy gracias por ese día. Por estar aquí. Por poder sentir la vida.
El último corte de la esfera solar desaparece y la excitación es tan alta que me lanzo a aplaudir con lágrimas en los ojos mientras varios de los músicos con un grito, se lanzan al agua.
Sergi me sonríe y me dice: un día más. O un día menos, pienso yo.
Cala Benirràs tiene un fondo de arena con un calado aproximado de entre 6 y 15. Existen algunas parecelas de roca con posidonia que se detectan con facilidad si foneas durante el día y que se deben evitar. Sus aguas como en toda Ibiza son cristalinas.
Esta cala está abierta al norte y oeste. Hay acceso balizado hasta la playa por su parte norte, llegar con el dingui es fácil pero hay poco caldo para el motor, por lo que atentos a levantarlo en el último momento.
Hay poco espacio para barcos, por lo que en verano tendrás más posibilidades de fondear si llegas entres las 10 y las 12h.
Los restaurantes son aceptables, comimos en el Elements,la comida aceptable y el precio… pues como todo en Ibiza.
Al fondo de la playa, siguiendo la carretera y a unos 100 metros podrás dejar bolsas de reciclaje, cada una en su contenedor claro.
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